lunes, 28 de noviembre de 2011

El vigilante agobiado

La unidad es la no-conciencia, pues, la conciencia implica duplicidad (se de algo y se que se ese algo). Esta afirmación es paradójica ya que es desde un grado de conciencia desde donde se capta tal afirmación. Es como un entrar y salir en un “lugar” indeterminado para luego demarcarlo. La conciencia implica conciencia de algo, de algo determinado. ¿Qué se puede decir de lo indeterminado? ¿De eso que no cae bajo las consideraciones de la conciencia? Parece que nada en absoluto. La conciencia es vigilante, se posa sobre los actos más ínfimos, se puede inmiscuir en las consideraciones más detallistas, hasta abarcar las abstracciones más remotas u originales y fundamentales, incluso se puede replegar sobre si e intentar recorrer su experiencia (autoconciencia) rozando los límites propios de su fuerza escrutiñadora, en un intento omnisciente. En tanto que vigilante la conciencia se hace la cosa vigilada, esta con la cosa, esta en el examen de la cosa, para luego retomar como quien después de un viaje trae obsequios, puede rememorar los lugares recorridos pero nunca mostrarlos tal cual fueron experimentados. Imagen similar a la unidad musical, en la cual músico, instrumento y música se aúnan hasta mimetizarse y hacerse indistintos lo uno de lo otro. Tal caso ocurre con el dinamismo de la conciencia, no se puede hablar de las cosas fuera de ella (la conciencia) como tampoco de la conciencia sin ellas (las cosas). La conciencia es en tanto logra su inmersión en las cosas hasta lograrse indistinta y debilitar hasta sus limites su puja determine. Viajera incansable de lo remoto y cercano, vigilante de ojos tensos, casi sin parpadeos.

Pero sus fuerzas son caducas y de sus constantes viajes se agobia, pues, ella viaja a las fantasías, viaja a los objetos, los describe, se recorre y danza sobre si, pero se cansa de ese dialogo constante (moral) he inquisidor, esa voz que no deja de desear, estimar y hostigar. Así se deja estar y su cuerpo es arrastrado por las confusas aguas de fuerzas desconocidas, instintos sin-raíz, sin-razón, movimientos de bailarín ebrio, palabras huecas y risotadas vanas. El vigilante encuentra en su ultima inmersión la dispersión que lo descomprime y lo saca de timonel recluyéndolo al puesto de naufrago, vagabundo, a merced de esos vientos misteriosos.

Chajá

28 de noviembre de 2011