Una fuerza voraz se fue enroscando en su interior, se encapsulo, formando un muro circular insensible y repelente a la vez, ¿cuando comenzó esto? - se decía para si. En sus comienzos era como una dulce sensación de potestad, autonomía y superioridad. Las potencias y capacidades propias de cada hombre en él se estaban despertando y le producían en su uso pujante un gozo imperdible, la escuela resulto ser un campo fértil, acompaño sin amenguar, esa fuerza. Poco a poco fue tomando una forma descriptible y palpable, estilos, modos, valores, elecciones fuertes y excluyentes marcaban el alto contorno de contención. Episodios espontáneos, “externos” y anecdóticos intentaron socavarla, pero algunos remiendos “divinos” le emparcharon los huecos. Así andaba, como un auto-motor.
Para estas alturas, con estatura y conformación dada, comenzaron los insípidos diálogos, preguntas y respuestas, incursiones fantásticas, descubrimientos y manipulaciones. Quizás la cercanía y complicidad con ella fueron las raíces de una unión cada vez más fuerte, tal es así, que pronto las distinciones se hicieron difíciles. Ya no dialogaban sino que ella era la voz de mando e impregno todos sus rincones, al tomar sus ojos y visiones el mundo se achico, su corazón parecía ser el recóndito lugar donde guarecerse, pero al tiempo también este fue enfriado con su pálida presencia, al colocarse en el fin sentencio de muerte la vida.
La desesperación estaba naciendo. Todo lo que tocaba lo hacia propio e inseparable, se corono rey déspota de su mundo, entre este y él no había diferencia posible. Su lengua solo hablo para sus oídos y sus oídos estaban para escuchar solo su voz, su piel solo sintió su piel y esta puso el límite infranqueable. Así creador y criatura, ahogado y ahogador, muerto y matador, fueron uno solo.
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3 comentarios:
Marino, muy bueno, como lo que escribsite en otras oportunidades. "Fueron uno solo"... Qué difícil la unidad en este microcosmos...
Un abrazo
¡La pucha, che! Como decían los discípulos "Es duro este lenguaje", acaso en ello redunde su misteriosa atracción provocadora.
¡Gracias, amigo! Un fraternal abrazo... evadiendo mi yo alienador.
Si, si, evadiendo ese "yo", les dejo un saludo a ambos.
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